Hace tiempo que no entraba. No sé si es felicidad, o hastío, aburrimiento, abulia, derrota, cansancio, desesperación, tedio, falta de objetivos, desilusión o desenfoque.
Por eso busco algo, a veces a alguien, a veces un lugar, un objetivo, una razón para vivir, para levantarme todos los días de la cama y enfrentarme a este perro mundo, que no merece sino desaparecer sin pena ni gloria, con un suave suspiro.
Me lleno de preguntas, cuando mi cabeza me deja pensar. Me pregunto dónde podría estar,si sería mejor mi vida, si sería feliz contigo a mi lado.
Pero la avalancha no cesa, y me entierra en la banalidad de la vida insulsa y monótona: esperando el fin, un mal desenlace, un lánguido dejarse llevar por la corriente a ningún sitio que valga la pena. Se acaba mi tiempo, y hasta tú dejaste de doler y no apareces en mis sueños o en mis búsquedas en Google. Estamos tan lejos en este mundo que ya sólo nos queda acercarnos. Aunque no tiene sentido. Nada tiene sentido. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Así que apenas me queda más que mirar por la ventana y contener mis deseos de volar; esperar que en algún sueño aparezcas y te sientes sobre mí y te rías y me beses y juegues conmigo. Y todo vuelva a tener sentido.
Ven a mi cama, duerme conmigo.