(le tomo prestado el primer verso a Diego Ojeda, pero cada corazón tiene una o varias chicas revolucionarias, y cada revolución sus luces, sus sombras y sus espinas)
Mi chica revolucionaria
no tiene perro ni gato, ni aun canario;
tiene la mirada perdida cuando la miro
y fuego en sus ojos cuando la toco
y se enciende
y me quema con sus labios
en los rincones ocultos de mi cuerpo
y de mi alma.
Mi chica revolucionada
escucha música que me no gusta,
le cuento que es seda y hierro
y me mira y se ríe y tararea;
y hace saltar todos mis miedos
y sonar todas mis sirenas
que ululan
cuando su culo sube las escaleras,
cuando su risa acaricia mi pecho.
Mi chica desesperada
baila catala y tregua
y lo sabe;
bebe y vive con locura,
y recorre mis noches entre risas y humo y alcohol.
Salta y ríe y besa y folla como loca,
y todo es vicio y prisa y risa;
¿por eso será que la quiero?
Mi chica imaginada
es carne de sofá y de cantautor,
de teatros, de museos, de cines;
de esperanza, de lágrimas, de risa.
Es muro y puerta y estrella
que me defiende del mundo
que me esconde en sus entrañas
que me guía hacia sus labios.
Mi chica guerrillera
es verdad
canciones
ternura
risa
sexo
tiempo lento y sofá
guerra
miradas
silencios.
Mi chica archisoñada
lo es todo.
Todo menos tú.