Me asomo a ellas, mientras el cielo emploma sus cicatrices y llora, lentamente.
Quiero llorar y no puedo. Quiero volar y sé que no debo.
Me cansa escuchar que todo irá bien, me hastía esta vida contigo y sin mí, cada día más vacío, cada día más negro, cada día más lejos, más viejo.
Y todo se entristece, todo se ennegrece, todo sabe a ceniza y a vómito. No queda resquicio alguno donde hincar la esperanza y resistir otro asalto.
Sigue gris, uniforme, inmutado, demacrado. No llegan correos de retaguardia; la consigna era resistir hasta nueva orden.
Lo peor es saber que nada cambiará, que no volverás, que no hay paz para los malditos.