Con la guerra sobre la espalda, con toda la decepción que cabía en mis alforjas emprendí la marcha. Tanta decepción, tan onerosa carga ajena y tan vacío por dentro; tanto que el viento silba en aristas que dejaron las cicatrices, las puñaladas.
Vacío de amor, de deseo, de esperanza; tratando de detener la avalancha, de evitar el derrumbe, el colapso total, deseando llegar vivo y entero al final de esto sólo por si allí, al final del camino, soy capaz de reconstruir esta ruina que soy ahora y encuentro motivos para seguir viviendo.
En estos momentos sólo soy capaz de sobrevivir a cualquier precio, sólo tengo ganas de matar y dormir. Volviendo a definir toda la estrategia, toda la coraza social, toda esa máscara teatral que me permita llegar al final. Sin gloria alguna, sin corazón ya desfallecido. Soy un bruto, un salvaje, un asesino desprovisto ya de la poesía, de la música, del amor, de la esperanza de tener entre mis brazos a quien me salve, a quien me sane, a quien me consuele, reconstruya y vuelva a poner en marcha, tal como era.
Lágrimas en la lluvia, cerillas en un apagón.