Escondido en Manhattan

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Sueño con perderme, en la mejor de mis suertes contigo. Sueño con lluvia y fuego y leer el invierno de Vivaldi en tus tatuajes mientras el tiempo se extiende perezoso y lánguido, casi indolente. Sigo buscando la salida en este laberinto de distancias geométricas y algorítmicas, anhelando música y teatro y mercadillos y césped y tiempo derramado con liberalidad, con generosidad, con ganas, casi fruición.

Me empiezo a venir abajo, empiezo a dejar caer los brazos. Me dejo llevar a otra orilla cuando el tiempo me abra la puerta.

No puedo. No puedo seguir, no puedo echarte de menos, no puedo dejar de echarte de menos; no puedo dejar de huirte, de buscarte, de buscarme al fin y al cabo.

Al final chocamos de tanto buscarnos, de tanto perseguirnos en círculos sin principio ni final.

Ya no sé si salvarnos o condenarnos; a fin de cuentas, ninguna de las soluciones sirve para mucho.