Volverás a Región

en

A estas alturas de mi vida, ya no sé si rendirme y retirarme de esta carrera sin salida, o seguir caminando hacia esa luz que, a la vez de quemar cada vez más, se aleja, inasible, como la sombra de tu pelo. Hoy parecía que iba a tener tiempo disponible para echarte de menos como es debido, pero siguen los nervios a flor de piel, marcados como las azules venas sobre mi cara que denuncian al tiempo, universal verdugo de vidas, haciendas y esperanzas. No ha sido así. Sigue el nudo en el estómago, sigue el mundo en el estómago, en las tripas, en las vísceras; siguen las ganas de gritar en silencio, reventando los tímpanos, sigue el deseo terne de esconderme en el anonimato de tus tetas, en la subversión de tu risa, en la conquista de tus caderas a la vista de todos y advertido por nadie. Una rendición en toda regla que permita rehacer mis tropas, diseminadas, disueltas, desmoralizadas y dispersas, y volver a mis aventuras equinocciales sin todas las miradas clavadas en mí, ahora un Graf Spee o un Yamato, a quien el mundo persigue para cobrar su campana de bronce como pieza. Siguen los disparos, los torpedos, las bombas y las huidas en lo más hondo de esa boca de lobo hambriento que es la noche. Quiero perderme y volver a encontrarte. Porque quiero mirarte y quedarme estaqueado en medio del patio, partido, muerto de amor, justo ahora que la vida casi me tiene a su merced, quebrado a golpes de timón y de destino, bregado, tocado y herido sin tu mirada, ansiando el lenitivo de tus besos y tus caricias y la incógnita de saber que el mañana no es sino el hoy pospuesto para caer entre tus brazos.