El rayo que no cesa

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Todas las noches escribo imaginariamente en este blog. Mis días son eternos, inacabables, inabarcables, el horizonte se pierde y estoy en mi carrera por mi vida, por salir vivo de ésta. Me queda poco tiempo y pocas ganas y pocas fuerzas para escribir.

Quizá pronto os resuma mi vida, aunque esta entrada debía ser un repaso por el derrumbe emocional en el que habito, los errores que cometí en el amor, las trampas en las que habito y de las que ahora no puedo escapar, la falta de esperanza de salir indemne de ésta. Arrecia con dureza la vida ahí afuera, y yo cada día estoy más vacío y perdido sin ti.

Quizá me equivoqué enamorándome de ella, de ti; quizá sigo siendo el perfecto ejemplo del síndrome de Peter Pan, quizá nunca quiero renunciar a nada, me asusta la monotonía, busco amaneceres en otros soles, en otros ojos. Quizá mi error no es aceptar las derrotas, huir del tedio aceptando nuevos saltos mortales, no querer detenerme nunca.

Estoy muy lejos de casa, de ti; muy cansado y sin visos de poder detenerme a descansar, esclavo de mis decisiones, de mis aciertos, de mis errores, de mis compromisos adquiridos públicamente o en privado, de mis ganas de escapar y de mi hambre de que me salves, de que caves en mí hasta sacar el oro que enterraron los enanos en mi corazón.

Yo, por mi parte, sólo quiero despertarme y verte, no pensar en nada más que escucharte y escuchar, que dedicarme un poco a lamer las heridas de la vida y tus pezones rosados.