(Ésta es una entrada insulsa, aviso)
Otra vez en Marid, posiblemente el viaje más rápido que he hecho en mi vida: en 4 horas ida y vuelta (no; hubo otro más rápido, para dejar un papel en un aeropuerto a las 5 de la mañana, pero ésa es otra historia y será contada en otra ocasión).
Hoy viajaba muy solo (faltabas, quizás, tú), muy ligero de equpaje, con mi mochila y mis auriculares y he paseado un poquito por Madrid acompañado de la música de Luis Ramiro, enfundado en mi abrigo y con mi mochila, por todo el Madrid de los Austrias, esperando que se hiciera la hora para la reunión.
Sigue mi ausencia de ganas unida a la tuya, sigue esa sensación inefable de pérdida, de derroche de tiempo y de moral en una empresa bastarda, con malos compañeros y en juego ya no sé si reputación o pundonor: nunca jamás he estado tan convencido de estar haciendo lo correcto y, paradojicamente, nunca tan decepcionado por la inutilidad de mis actos en el presente momento, aunque sé que el futuro verá esto como ejemplo.
Y mañana otra batalla mienstras la guerra se despliega mi alrededor, y cada vez hay más malos y más frentes y a todos se les responde, a todos se detiene, simplemente porque es lo que dice el manual. Con bastante poca fe y algo de oficio, traído de otras tierras a tierra extraña.
P.S.: la vuelta es con Andrés. Necesito un café en vena muy muy urgente.