Zona roja

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Hablaba ayer sobre la tempestad que se cierne sobre mi cabeza. Desde hace bastante tiempo, no recuerdo haber estado tan contra las cuerdas, en un nivel de desesperación tan profundo.No es ahora nada visible, quizá ni siquiera tan justificado. Es una calma tensa, más bien un resorte que se ha ido tensando y, ahora, cruje y se queja al límite de sus fuerzas, de su resistencia.

Me da la sensación de que mi tiempo, mi mundo se ha detenido en un ojo de huracán irreal, surrealista, distópico. Todo el mundo, absolutamente todo el universo está agazapado, presionando contra las murallas mientras se asoma el sordo, amortiguado rumor del hierro y el cemento y la piedra rechinando, cimbreando, vibrando como una cuerda de guitarra a punto de saltar en dos pedazos.

Una sensación de miedo en la boca del estómago, de pérdida de contacto con la realidad, de desidia y abandono y dejadez y hastío, abandonada ya toda esperanza del golpe de timón, del cambio de rumbo, de rostros, de vida. Un cansancio que ha calado en el alma, se ha infiltrado en el tuétano, forma ya parte indisoluble de mi profunda derrota personal y emocional, y echa raíces y tallos, como la hiedra, que todo lo envuelve y así, cegará en invierno mi epitafio.

Cuento balas, pertrechos, botas, guantes; dejo engrasado mi fusil y mi pistola, reviso el «Manual para Hundimientos Generalizados», tratando de recordar lo canónico, lo establecido, lo que nunca falla para situaciones comprometidas: dejar un bonito cadáver y una sonrisa.

He cerrado tu puerta, no tiene sentido mantener abierta esa corriente de aire que no trae por las noches sino frío y desdén y lágrimas y recuerdos falsos, construidos para mantener tibio  el hogar lo que nunca fue.

Esperanza perdida y un ejército de orcos que, tarde o temprano, entrarán en tropel cuando se resquebraje la muralla. Sensación de que voy a morir y no me importa, deseando morir de una vez por todas y por primera vez.

Lo verdaderamente triste es la arrolladora verdad, la innegable realidad que hay en esta entrada de la bitácora.