Se me eriza la piel
debajo del alma.
Huelo la tormenta,
chispas de ozono.
Toda la vida está afilada,
amplificada.
A lo lejos
el rumor sordo,
apagado,
amortiguado
del trueno,
del mundo chocando contra mis murallas.
Ya no queda tiempo.
Sigo sintiéndome solo,
vacío,
sin sentido ni concierto
en esta vida
a la que le sobra todo
y le faltas tú.
Sigo sin saber quién eres.
Mesías que me arranque de este suelo,
de este frente.
No vienes.
Nadie viene.
Tan sólo correos de este frente
animándome, alentándome,
la mirada nerviosa,
buscando arenga para la batalla.
Toda la quietud
que precede a la tormenta,
a la guerra,
a la muerte.