No sé por qué todos los fines de año son para mí una suerte de fin del mundo, nada catárquico por cierto; casi más bien todo lo contrario: onerosos, funestos, lóbregos y con aire de tristeza más que melancólica, casi fatalista diría yo.
Suelo hacer mis propósitos de año nuevo que sé, con absoluta y sádica certeza, que no se van a cumplir. Los hago para no olvidar que estoy vivo, para no perder el último resto de esperanza, para no abandonar ya de manera definitiva todos y cada uno de mis sueños.
Llega, pues, el fin del mundo. Mañana saldrá, nacerá este universo paralelo casi idéntico en el que todo sigue desazonadoramente, desoladoramente igual. No obstante, empieza mi tarea para descubrir qué ha cambiado que lo diferencia del anterior. Un año por delante esa tarea de Sísifo para ver si, en este universo, estás tú sobre mi cama.
Que el fin del mundo os pille bailando, que el fin de año os pille follando.
Nos vemos en enero.