Lo intento, pero hace tiempo que todo se vino abajo, justo en el peor momento, justo cuando había decidido saltar al precipicio y acabar con todo.
Tampoco lo hubiera hecho.
Ahora todo se ha vuelto borroso, banal, chabacano. Acostumbrado al sabor de ciertas derrotas internas, a ganar lo grande y a perder lo que me mantiene vivo.
Si pudiera despertar abrazado a ti, sin ninguna preocupación en el horizonte de sucesos, hasta conseguir aburrirme de mirarte y de follarte y de correr por las calles de Madrid y de cerrar unos cuantos bares…
Aunque ahora estoy desenfocado, mi herida no cierra y mi cuerpo lanza las señales de emergencia para decir que estamos retrocediendo. Sin una gota de ilusión ya, totalmente seco el venero.
No me apetecen conciertos para masas, y estoy demasiado triste como para que me gusten las canciones tristes. O ya no sé bien si es tristeza o simplemente abulia, simplemente la rendición, el abandono de toda esperanza de que esto se arregle. Los errores pesan ya demasiado, la herida no se cierra, nunca lo hará, y la vida no me va a dar la segunda oportunidad. Simplemente llegué aquí por caminos errados. Con unas ganas infinitas, inefables de llorar a solas durante el tiempo que haga falta.