Abrazado a mi tristeza (II)

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Será Ismael, será el tiempo que, con su barba blanca, me vacía gota a gota la clepsidra. Serán las Moiras que me amenazan con las puntiagudas tijera. O Dante en la sartén de Albacete, buscando los círculos que le faltan al infierno (o viceversa).

Será que ahora el rumbo está perdido, será que todo está perdido, empezando por uno mismo. Que se han borrado los puntos de referencia y mi sentido de la orientación se ha dado la vuelta como un calcetín.

Será que la vida es un videojuego y no dejo de disparar y matar, sin importar nada más que pasar de nivel, sin importar que al final ni siquiera haya títulos de crédito. Será que me falta Crimilda, o que venga la UME a apagar mi incendio y a recuperar mi cuerpo sin vida de esta vida banal, vicaria, casi advenediza.

Será que no me veo, bien por présbita, bien por triste que sólo mira a sus zapatos, con la fútil esperanza de que ellos solos me hagan andar hasta donde estés.

Será porque nadie me salva, ya que yo he izado mi bandera del revés y soy incapaz de ayudarme a mi mismo. Que ya no veo, ni siento, ni padezco, ni encuentro razones para seguir viviendo.

Será que soy el hombre más triste del mundo y nadie lo sabe.