Vuelve la rutina. Coche en la mañana para volver a casa, aunque empieza a diluirse allí donde miro. Ahora, donde tantos años he pasado se ha vuelto extraño. Casi no me encuentro aquí, habrá sido el estrés de esta vida pública que me sigue destrozando. Casi había olvidado mi centro de gravedad permanente, mi planta en el despacho.
Como cada septiembre, hago mis promesas, simplemente para ir asaeteando mi conciencia durante lo que queda de año.
Ven y sálvame, esto no va nada bien.