Desde que nunca viniste
(que al fin y al cabo
todo son maneras de irte)
me saben distinto las canciones
por más sal que les añado.
Calienta menos el sol
y el aire acondicionado no huele a ti.
Desde que nunca viniste
(porque estando ausente
es una forma de estar,
pero no haber venido
no es estar,
ni ser,
ni siquiera parecer)
he dejado de ver el fin del camino,
que en otro tiempo fuste tú
(hasta que descubrí
que tú no eras tú,
tú fuiste otra
y nadie fue tú,
y se deshizo el hechizo).
Fue peor eso,
las tardes sin tus whatsapp,
la certeza de tu ausencia,
de tu desdén
de lo inútil fútil banal vano estéril
de mi amor.
Porque si te lloré como un río
fue porque te amé como un (c)río.
Suelo equivocarme cuando acierto,
acierto siempre que me equivoco,
pero en tu caso
fue tu error el que me trajo hasta aquí,
fue tu desamor el que me ha abandonado
en esta jungla de lobos y corderos,
de serpientes y palomas,
de teléfonos, despertadores
y rumores como avalanchas
sobre la débil esperanza
de que un día vengas
y me demuestres que me equivoqué
equivocándome contigo.