Nada era lo que parecía

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Sigo durmiendo mal por las noches. Vienen los fantasmas a acecharme, quizá porque mis brazos no te rodean y me acusan de esa cobardía que nos ha llevado a huir, en vano, loco intento, lejos de esta Ítaca desharrapada. Nada ha cambiado.

Entro en pánico de vez en cuando, muchas de las veces por culpa de esta vorágine que me sacó de mi punto de equilibrio y ahora vivo en precario, pasando las bolas de mano en mano y rezando para que no caigan al suela una tras otra.

Cansado. Sin paz. Siempre anhelé paz interior, pero en estas situaciones tan excepcionales, tan «interesantes», en este caminar junto al diablo mientras cruzo el puente, ni siquiera ansío paz. La veo tan lejana, tan imposible, que sólo queda sobrevivir. Día a día. Corazón a corazón.

Por cierto, conozco tu secreto. Todo se viene abajo, y no hay manera de contener la avalancha.