Tan oscuros que decido lanzar la batalla final, y por fin reniego de ti y de tu recuerdo y de la esperanza que guardaba no sé dónde. Quizá es que ahora me baste con silencio y tiempo que desgranar. Una lástima todo lo que desperdicié apostando por quien no lo merecía. Ahora sólo busco un sitio donde sentarme, lamer las heridas y esperar a que vuelvan las ganas de quitarte la ropa, de conquistar Moscú en lo más crudo del crudo invierno, de correr hasta que el camino deje de existir.