Sigue la sensación de pérdida de contacto con la realidad. Yo, que tanto he sido y tanto he visto, sólo ansío paz. En esta trinchera, en este escalón inferior de la pirámide de Maslow, en el que sobrevivir es el objetivo, en el que queda poco sitio para los sentimientos o el placer. Lo que quiero es descansar esta cabeza que nunca para de dar vueltas. Y ahora, en e infierno, las vueltas no son de mi agrado.
Antes de emprender esta aventura tenía esperanza de que algo pudiera cambiar, aunque fuera yo. Ahora asumo esta condena desahuciada, desahuciada en el sentido de falta de esperanza. Pero es que el cuerpo no me lo pide. El cuerpo no me pide guerra, ni lanzarme al vacío. Mis excursiones son las que dicta el manual, las extravehiculares para mantener la maquinaria en marcha. Pero mi riqueza interior está en la caja fuerte, y no hay Viagra anímico que la levante, salvo pequeños chispazos, como la comida del lunes o la de hoy, y siempre a medias.
Confesión. Necesito confesión y salvación. Maceta, sol y agua, y de nuevo floreceré entre el fango. Aunque hoy no estoy poético sino preocupado y, claro, así se nota más (o menos, según se mire).
P.S.:En la película «Cadena perpetua (o Sueño de fuga)«, el personaje de Tim Robbins le dice al personaje de Morgan Freeman que en México hay un lugar llamado Zihuatanejo, donde el paraíso estaba un poco más cerca. Zihuatanejo está en Guerrero, y Baja California está en Baja California. Y ambos están en México.
Todos somos asesinos a nuestra manera. Y malos maridos o esposas, y todos estamos en una cadena perpetua, una infinita cadena perpetua, una tormenta que dura demasiado tiempo ya. Empeñarse en vivir o empeñarse en morir, todo se reduce a una simple elección.