Vuelvo a Madrid, siempre como un suspiro. Llegar, ver, volver. Sin tiempo para saborearte, sin tiempo para verte. Si puedo, lo hurto para perderme contigo, pero no es posible. Nunca es posible lo imposible, y aun así sigo persiguiendo tu aroma en la tormenta. Nada en la agenda de conciertos para esa noche, nada en mi corazón para pasar la fría noche, nada en la esperanza que parte desde Valencia mientras miro con envidia los rostros y las manos del restaurante.
Porque hay batallas perdidas en el mismo momento que te dejé marchar, en el mismo momento que decidí que no somos bastante el uno para el otro, al menos de este lado. Me equivoqué, aunque no hay suficiente dinamita para derribar los muros de tu corazón.
¿Por qué es tan difícil tirarlo todo por la borda?