Ésta fue la entrada que ayer no quise publicar
Queda esto más bonito que titularlo inutilidad.
Hay días que te sientes derribado. Que nunca volverás a elevar el vuelo. Mirar las fotos y perder el rumbo, el norte, las ganas de seguir. Esa certidumbre de que todo está perdido. Nadie acude a la llamada y la esperanza se ha venido abajo como un castillo de naipes.
Es lo que tiene ver fotos, recordar, añorar, imaginar, desear cambiar este mundo por otro distinto. Pero en días como éste te das cuenta de que ese mundo distinto que imaginas está plagado de rutina, de monotonía, de las pequeñas cosas que hacen la vida insoportable, que la alejan de lo que queremos.
Supongo que madurar es aceptar que tu vida es una mierda y no vas a cambiarla demasiado. Que si intentar cambiarlo, lo rompes. Que tú nunca fuiste tú, que ella nunca fue ella.
Demasiada melancolía, demasiadas dosis de realidad, tan crudas e intensas que duelen.
Harto de hablar sobre mí, y de no saber cómo salvarme. Sálvame tú. Porque a la última le dije «Sálvate tú» y me dejó en la balsa.