Empieza a acabarse la semana. Acabo de dejarme el campo libre del trabajo de la UV: barrer la trinchera, secar los alambres de espinos y fabricar tierra. Queda trabajo más grave y onerosos, como ése de mover las trincheras a nuevos predios, pero ya si eso…
Por aquí todo en calma tensa. Las cosas vuelven a funcionar, y el correo y los trenes circulan con normalidad. Sigue habiendo pollos y salchichas en las carnicerías, pero la gente por las calles mira hacia arriba en una calma tensa: todo el mundo espera que, de un momento a otro, se oigan los motores de los aviones, los silbidos de las bombas, los gritos de mujeres y niños. Es cuestión de tiempo.
Y a mí no me ha dado eso, tiempo, a construir nuestro refugio de amor, para ti y para mí. Ya no sé si vas a venir o estás al otro lado de las líneas enemigas. Igual eres una espía doble y sólo me dices lo que ansío oír.
Aunque claro, ellos no saben de ti. Yo sí. Cada día más, pero no mejor.