Asisto impasible en esta sociedad enferma a ese desfile interminable de reyes engreídos, soberbios, altaneros, petulantes, a los que una caterva lisencefálica aplaude con fervor mientras alaba el buen gusto con que viste los reyes desnudos, todas sus vergüenzas a la vista de todos, a plena luz del día, mientras en tabernas y mentideros se burlan de ellos los falsos, los defienden los conversos y vendidos, los critican los sediciosos.
Vivimos en un mundo políticamente correcto donde todos son reyes desnudos y todos aplaudimos. Maldigo mi vida, que me hizo empezar desde abajo para darme cuenta de que todo es un teatro, y lo peor: hay actores que piensan que toda esta pantomima es la vida real, ufanos, orgullosos y dignos herederos por derecho de la razón divina. Sin saber que la vida está debajo de todo el maquillaje, que es mucho más simple, sencilla y terriblemente descarnada.