Todavía recuerdo aquel día en que te conocí, que sea porque tengo marcado en el calendario cuando tu risa y tu alegría desparramaron mi corazón sobre la acera, y todavía guardo como oro en paño el recibo de la Samu que me atendió. Así que últimamente tengo eso: un calendario con el 31 de febrero marcados con el rojo de mi sangre, la desesperanza sigue varada y germinando en todo lo que miro, te toco, que siento. Me dices que el amor no tiene edad, y yo añado que tampoco tiene corazón ni sentimientos cuando se trata de ti, cuándo se trata de esquivarte para salir lo más liso posible de este enfrentamiento que nunca tuvo , que nunca tendrá un final feliz . Y creo que es lo mejor, porque los finales felices no interesan a nadie , e impiden que las personas melancólicas como yo tengamos motivos para escribir entradas en blogs melancólicos como éste. Por tanto, no me queda más que suponer que todo está sucediendo como debe suceder, para que el mundo no se desmorone, para que esta arena en el engranaje sigue su curso y lo atraviese , y salga al final por el conducto escatológico que tiene todos los engranajes. Sabes que sigo echándote de menos pero ahora ya no es a ti sino a otra, y últimamente todos mis desvelos se centran en averiguar quién eres tú, si tú eres tú o realmente eres otra, si esa desconocida que pasa por la calle, con la que me cruzo todas las mañanas cuando voy al colegio o a la tienda, esa desconocida eres tú o es otra, si esa desconocida es la persona que tengo todos los días a mi lado , a la que no me atrevo a mirar a los ojos.