Nunca comiences una guerra de conquista en Asia. Al menos ése era uno de los dos principios sobre la guerra de B. Montgomery, el otro era no marchar sobre Moscú, y mucho menos ahora que se acerca el invierno. Durante esta mañana ha habido momentos en los que me he sentido como alguien responsable de la marcha sobre Moscú. Y sobre las Ardenas, o el Alamein. Mil frentes abiertos y mil generales que me desangran. Incapaz de poner coto a los desmanes, de cerrar las mil brechas, de restañar las heridas que me enervan.
Otro día aciago, incapaz. Buscando respuestas en libros, en caras, en pantallas de televisión. Intentando desentrañar lo peor del ser humano, doblando la cuchara, si es que alguna vez la hubo.
Hoy es uno de esos días en que no hay manera de sacar los tanques del barro.
Quizá será porque estoy viendo «El puente de los espías».