Hoy he estado en la mascletá de Valencia, en el balcón del ayuntamiento. Era el día de recepción de los alcaldes, así que allí me he ido. Por ahí tenéis las fotos, para los que os guste.
Lo bueno de esto ha sido caminar solo por una Valencia abarrotada y sentirme sin remedio. Estar en una obra que no me apetece, representando un papel que no me representa. Una vida que ya no es mía, que nunca es la que quiero, aunque el acoso y derribo me ha hecho ahora no desear nada. No estar contento con dónde estoy pero no desear estar en ningún otro sitio, en ningún otro pellejo, en ninguna otra cama.
Así que yo me declaro incapaz de salvarme. Tampoco me dejo salvar mucho, para qué engañarnos. Soy algo difícil y complicado, y no sé si valgo la pena. Supongo que existirá alguien capaz de salvarme, pero esto se pone cada vez más peludo. O más hirsuto, que mola la palabreja.
Y luego a ver qué sale, si algún día me salvo. Igual ni valgo la pena. Pero ahora mismo no me apetece Madrid ni Nueva York ni sol ni lluvia. Pensando en escribir una novela, de ésas que siempre rondan la cabeza. Será cuestión de ponerse un día.
Pues eso, nos vemos. En la lucha entre tanto filisteo, en el arroyo soñando con las estrellas. Para andar huyendo hacia adelante, no me ha ido tan mal. Pese a los peligrosos que se sientan a mirar sin hacer nada.