Comienza mi serie sobre Madrid. Acabo de pasar 3 días aquí. Amo a Madrid. Madrid me relaja, me calma. Me permite olvidar, hasta soñar por momentos.
Madrid significa todo aquello que ahora deseo y que, probablemente nunca tendré.
No sé por qué amo Madrid. Será por sus calles mojadas, por Los Secretos cantando al desamor en mis 15 años, por su nacional IV, porque nunca cerré todos sus bares.
Quizá porque Madrid, estoy seguro, esconde un corazón, esconde a una persona que me salvaría de manera definitiva, inapelable. Que sería mi salvavidas, mi guía, mi pecado y mi cielo. Sé seguro que así es, como también me domina la certeza de que jamás la encontraré, de que hice tarde, de que los caminos errados pueden llevarnos muy lejos, pero difícilmente a donde uno quiere llegar.
Acabo paseando por Madrid: Fuencarral, La Latina, Malasaña, Lavapiés, Sol… Descubro todos los lugares que las canciones de Enrique, Luis Ramiro, de Marwan, de Ismael, Andrés, todos los lugares que he ido encontrando sin buscarlos, que he ido clavando con chinchetas en el mapa de mi memoria. Cada canción cobra ahora más sentido, mientras te espero en la cola del Ideal o grito por los garitos de Huertas tu nombre que nadie sabe, que nadie escucha.
Camino por las calles oyendo esa música, mi música, y la realidad que me rodea simplemente se convierte en un videoclip, ya no es real sino figurado, y las notas encajan perfectamente en las caras, en el horizonte, en el paisaje urbano.
Analizo las caras de todos los que pasan a mi lado. En muchas de ellas te busco, pensando si serás tú, si pasarás a mi lado y nos cruzaremos como dos desconocidos que somos, como dos almas gemelas en la noche, y nunca sabremos nada el uno del otro. Veo caras y tras ellas busco corazones, historias, vidas, almas. Paseo como alma en pena en Madrid esperando pincharme con la aguja de tu pajar inmenso en mis pies descalzos.
Añoro la soledad, añoro ese frío que ya no muerde ni en Madrid, cómo se ha estropeado la vida. Prefiero el sol de invierno al sol del verano, las nubes al sol, el frío al calor, la nieve a la lluvia, tu corazón a tus tetas.
Me gusta Madrid porque significa todo lo que deseé ser y nunca osé, todos los sueños a los que renuncié por hacer lo canónico. Me duelen tus paseos vicarios, impostados, en los que todo acaba. Quiero hacer esto definitivo, real, quiero levantarme a tu lado por las mañanas y dar gracias, quiero leer, escribir, beber, llorar a tu lado. Pero no puedo, porque no sé, porque no te encuentro.
En estos días he visto muchas caras. He buscado inútilmente la sombra, el gesto. Quizá mi cerebro me engaña y me hace ver rostros conocidos, uno tras otro, porque anhela algo sólido en lo que asirse. Desgajado, desprendido de la realidad, ya no sé si esa cara es la de un amigo, la de un paisano, la de un famoso. Ninguno saluda, paso a su lado como un espectro, así que esas caras son simples espejismos que mi alma busca, hitos que ponemos en el camino de la memoria para poder encontrar el camino de vuelta a casa. Acabo saludando a perfectos desconocidos, sigo sin encontrarte, sigo sin encontrar mi salvavidas.
He leído libros en bares, tomando un café y asistiendo al desfile de corazones, de almas, de esperanzas. He visto el mapa de Teixeira, el Madrid por donde Lope y Alatriste corrían de la mano de Reverte, tan cerca y tan lejos.
He visto muchos Madriles. He visto el Madrid de los yuppies y los potentados, de los guiris, de los jubilados de visita, de las señoras de toda la vida, de los hipster, de los señores con chándal. El Madrid de toda la vida y el Madrid que vendrá, con sus inmigrantes, sus guiris, sus policías. EL Madrid de las putas y de los turistas. He visto a los diputados entrando al Congreso mientras enfrente mismo un indigente dormía en un banco de piedra tapado por mantas y cartones, aunque a él no lo ha enfocado ninguna cámara.
He visto el Madrid de mis amigas, que han acudido a mi llamada y les he contado mis problemas.
He visto mil Madriles estos días, y en ninguno estabas tú.
En ninguno me he despertado sin dolor a tu lado y he dado gracias al que plugo darme tal honor. En ninguno me salvas y los buenos llegan y la caballería carga en el momento preciso para salvarme. Para salvarnos.