Desde ayer en Mondragón (Guipúzcoa), con los teléfonos apagados, comiendo, bebiendo. Son las 4 de la mañana y me acuesto, terriblemente sereno, con pocas ganas de continuar viaje. Suerte que ya he reservado los hoteles, y debo recorrer todas las paradas: Burgos, Madrid, Valencia. Ganas de estar solo, escuchar música, pensar, escribir delante del ordenador, ganas y necesidad de limpiar la cabeza de fantasmas y miasmas.
Ahora mismo no tengo ganas de ti ni de nada ni de nadie. Duele.