En no sé qué periódico del fin de semana describen Australia como un país que, de tan perfecto, se hace aburrido vivir en él (bendito aburrimiento, también pienso a veces). Así que anoche, mirando al techo, tampoco pude dejar de pensar en lo gilipollas que soy. En que tengo todos los ingredientes para ser feliz y, sin embargo, soy incapaz de hacer absolutamente nada, sigo tan alejado de la felicidad como el primer día, sigo tan lejos de ti como el primer día.
O quizá sea Ítaca, pobre, la que se ría de mí. Quizá debe emprender de nuevo el viaje, dejándolo todo, a volver a buscarte, a tener ante mí la posibilidad de encontrarte, de vencer esta vez, otra vez. De perseguir de nuevo tu sonrisa entre la niebla y sin nada de equipaje.