Ya no sé nada. Ni qué soy, ni dónde voy, ni qué quiero. Casi ni quién soy.
Ahora, al cabo de tanto tiempo, al cabo de tanta vida, tantos errores y tanta guerra, me doy cuenta de lo equivocado que he estado.
Cuando te vi, estaba perdido en medio de mi desencanto, y creí que a tu lado los días dejarían de ser grises. Quizá tuviera razón, pero todo este razonamiento tenía un fallo: no contaba contigo. Debí haber huido. Es lo que dicen todos los manuales. Pero el corazón tiene razones que la razón ignora.
Ahora, sin esperanza, con todos los pronósticos y las pruebas en contra, mantengo un destacamento sentado a las puertas de tu corazón. ¡Qué inútil esfuerzo!
Sigo mandando mi S.O.S., pero no hay rescate. Cada vez más hundido, más perdido, más derrotado. Tú más lejos, más ajena, ese egoísmo que me abisma a las desesperación.
20 años tarde. Con la mochila que me lastra y el corazón desfallecido. Y tú sin querer verlo.