Una de las cosas que lamento es no haberme aplicado más en termodinámica. De esta manera, sabría si el infierno es isócoro, isotermo o adiabática. Pero, entre que segundo fue «mi año» y que el profesor de Termo no era el más motivador, acabé perdiéndome lo que fue la estrella de la física en el siglo XIX, antes de que la cuántica y la relatividad se llevaran el gato al agua.

Y todo este rollo viene a cuenta del infierno con patas en el que habitualmente me veo inmerso. Mi vida se ha convertido ahora en un perpetuo enfrentamiento, una alerta continua, un enfrentamiento infinito en el que bajar la guardia implica, al menos psicológicamente, perder una ventaja pírrica, banal e intrascendente.

Comienzan las fiestas de mi pueblo y voy a desaparecer, mucho me temo, de estas líneas. Son otras responsabilidades las que van a tener toda mi atención y mi paz. Así que me despido. Os echo de menos.