Escribo cada vez menos, quizá sea porque todos los expertos dicen que los blogs se mueren, y no se puede luchar contra el destino. Aunque yo creo, sinceramente y a mi modesto entender, que es una cuestión más prosaica y adocenada.
En mi estado actual he desviado casi todos mis recursos y emociones a la empresa que ahora me ocupa y enamora, y he abandonado tanto en ese camino, casi sin enterarme, casi sin advertirlo, que hay noches que me haces pensar. Sobre todo, después de una cena entre amigos y algunos tragos espirituosos con base en Bombay.
Así que anoche, antes de acometer esta terrible noche toledana que antecede a estas letras, anoche volviste a doler. Volvió a doler ese torrente de amor desperdiciado que ni siquiera me pregunto si acabó en el mar o encendiendo el infierno. Que no me preocupa no verte, no amarte, no dormir contigo, no añorar Venecia o Brujas o Tampere, no añorar comer contigo y comerte, no desear despertarme a tu lado cada mañana y morir de amor al mirarte.
Ahora esta guerra ha despertado mis más bajos instintos cuarteleros. Y ya no quiero morir de amor porque quizá muera yo mañana en la acostumbrada escaramuza. Ahora sólo sueño con burdeles, con cuerpos desechables que no tienen vigencia más allá de la noche, con corazones de cartón, son para usar y tirar.
¿Dónde estás ahora, yo tan solo y con tanto amor desperdiciado?