Son días en los que todo se viene abajo, días en los que tienes ganas de mandarlo todo a rodar, de escaparte donde nadie te conozca y empezar de cero. Todo el mundo decepciona, todo el mundo hiere, incluido yo.
Hay heridas que veo imposibles de cerrar, de restañar. Hay kamikazes (y no precisamente enamorados) que te desmontan el castillo de naipes a las primeras de cambio. Como de costumbre, en casos excepcionales, uno se echa al hombro el petate y comienza a preparar la defensa. O el ataque. No hay otra. Esto va siempre así.
Y lo suelo lograr, pese a ello.
Hoy es un día horrible.