Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Pero no la tuve entre mis brazos en noches como ésta, ni creo que tampoco se pueda perder lo que nunca se ha tenido. Así que me resigno a perderme entre fotos donde nunca estoy, vidas donde no hay sitio para mí, sueños que se trizaron contra el suelo y que ahora me hieren mis pies descalzos, los pies que rondan tu cama, tu sueño, tu casa cada noche.
Ahora veo tu rostro y no sé si tengo miedo o pena. Miedo de que me llames y no acuda, pena de que no me llames y me quede a la puerta de casa, de tu Facebook (y ahí no dices que no dices, ahí dices bésame), de tus besos y risas, anhelando lo que no puedo tener por esa sola razón, porque no lo puedo tenerla.
Porque si se cumplieran los sueños dejarían de ser sueños, y la realidad pudriría todo hasta el tuétano y comenzaría a odiarte otra vez, porque si fueras realidad no serías sueño, porque no quepo, porque mi hipoteca es infinita.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.