Aquí estoy, de viaje a Madrid, con el miedo escénico que me causan a mí los viajes, ver tantas caras, tantas vidas, tantos sueños que se escaparon y se perdieron. Quizá el miedo venga de ahí: me recuerdan que estoy atrapado en mi propio éxito.
Parece mentira, pero en un par de horas de soledad he conseguido revisar tres artículos, dos de los cuales arrastro penosa, lastimeramente desde navidad. Escribo esto porque no tengo en el portátil los ficheros para rematar la faena, pero habrá tiempo esta noche. Escuchando música: Los Madison, Luis Ramiro, disfrutando de la soledad, con el móvil en modo avión, usando mis gadgets como un friki (se me ha olvidado el Creative, sólo por ser más friki todavía), desgajado del mundo, centrándome en nada o en todo, aún no lo sé, con esa certeza que da sentirse impotente ante la vida, fuera de lugar, confiando en el albur de la fortuna, sujeto a los avatares, al destino, a uno mismo. Ya tenía ganas de estar solo, de no ser nada, de no ser nadie.
Ahora, en uno de mis mejores momentos soy cada vez menos yo y más madera, aunque ya no sé ni siquiera si ardo, me siento cada vez peor. Totalmente descentrado, odiando a quien no debo, amando ya a nadie, con la decepción rebosando por todos mis poros. Decepción personal, emocional: cuánto duele advertir que ya no duele, que ya no dueles. Cuánto duele que tú no fueras tçu, que fueras otra, y que otra fueras tú pero no pudiera amarte porque estoy perdido en esta cabeza que sólo te busca desde que tengo uso de razón, que te encontró hace tiempo y, pese a ello, te sigue buscando. Ahora que todos los rostros dejan de significar esperanza y deseo y sueños, cuando todos son rostros de la decepción, cuando te veo tan lejos y devaluada que, de nuevo, dueles.
Madrid esta vez es distinta. Guarda tesoros, corazones desconocidos, lamentos y consuelos, preguntas que ya no sé si abrirán enigmas o cerrarán heridas. Esta vez todo será distinto, quizá porque yo soy distinto, tal vez porque esta vez ya no espero nada. Quiero creer que esta vez seré yo el que diga «tarde».