La paz y la palabra

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Mi aventura de pedir la palabra y la paz, en ese orden, sigue costándome mucho esfuerzo, mucho trabajo e ilusión. Mi vida, mis amigos, mis anhelos… todo ha pasado al segundo plano, a retaguardia. La trinchera marca ahora la frontera última en la que hay que contener la avalancha de hiel negra. Todo lo demás está detrás, quién sabe si a salvo.

Ahora son ya todo impulsos atávicos, supervivencia y estrategia para vencer y convencer, lucha que me ha hecho dejar de lado todo el plano personal. Ya no queda sitio para la ternura, para la esperanza de una nueva vida.

Quizá hace medio año quedaban resquicios para la esperanza, tener la posibilidad de que podía cambiar esta vida por algo que tuviese corazón. Pero ya os digo que ahora mi vida me controla a mí, que no puedo dejarla ya abandonada porque hay demasiados compromisos, demasiadas huestes enemigas que no se merecen una oportunidad. Y así estoy yo, ya de esta manera tan rara, que no sé si te echo de menos o de más, si me llamas o te llamo, si te odio o te ignoro o es que el corazón está tan guardado, la muralla tan alta que he dejado de ser yo, que he dejado de soñar, que he dejado de soñarte.

La guerra nunca trajo nada bueno. Empiezo a necesitar fugarme conmigo.