En estos momentos tengo poco que ofrecer. Poco o nada. Mi situación personal no deja espacio para esperanza, para ilusiones. Al menos no de las mías. Porque yo no estaba contento con mi vida, y buscaba una vida alejada con una buena pista de aterrizaje y poco más, dedicarme a ti y a mí y nada que esperar, salvo ver los trenes pasar.
Pero ahora ya he dejado de controlar mi vida. Ha comenzado la contienda y La Cibeles se pierde entre las trincheras para que queda algo tras los bombardeos. Así estoy yo, retirando adornos, esperanzas e ilusiones personales y desviando todo hacia el frente de Moscú; no sé hacer las cosas a medias, pero tampoco me queda energía para bailar con la luna debajo de tu brazo.
Así que ya no soy nada salvo un animal de pelea que ha hipotecado sus sueños por un sacrificio, y no tengo ganas ni emociones para compartir, no veo nada más allá de la pelea. Ya no veo unos ojos, un sueño, una esperanza, una risa… Aunque viniera ahora la mujer de mis sueños, no podría dejarlo todo por ella, soy un triste animal de compromiso que ahora ha enterrado el corazón y tiene los músculos en tensión.
No busco pista para aterrizar: de esta incursión no pienso volver entero.