Cambiar el mundo

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Siempre quise cambiar el mundo. Quizá por eso estudié ciencias, para comprender el mundo y cambiarlo.

Hoy, en medio de este caos controlado o incontrolado (ya no soy capaz de discernir el estado en el que está, seguro que es una superposición de dos estados), he tenido un día de esos que me reconcilia con mí mismo.

He estado en la investidura como Doctor Honoris Causa de Juan Ignacio Cirac, un físico de primer orden de nacionalidad española, al que no me extrañaría que le dieran el Nobel un día de estos. En la «universidad vieja», en su incomparable paraninfo, con un acto familiar, protocolario, casi barroco, en compañía de amigos, antiguos profesores de Físicas, compañeros, me he sentido reconfortado, he encontrado que me gustaba estar en ese lugar, sentirme una parte ínfima, casi despreciable, de la gente que luchamos por cambiar el mundo desde la ciencia.

Todo eso ha disparado más preguntas y dudas existenciales, pero hoy me quedo sólo con esto.

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