Estimados lectores y sin embargo amigos:
Perdonadme por llegar tarde a la cita, prometí confesión pero todo me ha superado.
El viernes 23 por la noche fui elegido candidato independiente a la alcaldía de mi pueblo (con el PSOE) para las siguientes elecciones.
Para los que no conozcáis mi pueblo, es una pequeña ciudad de 10000 habitantes, amable y cargada de historia que merece parar a conocerla. Estáis invitados, os recibiré personalmente.
Aunque, no sé como lo hemos hecho, a veces pienso que tenemos lo peor de los pueblos pequeños y lo peor de las ciudades grandes, cuando debiéramos pelear por lo contrario. Así que desde el viernes por la tarde no he parado un minuto.
Mi teléfono no para ni un minuto, he tenido que apagarlo para descansar, cargarlo dos veces al día, y no dejo de quedar con gente, dar explicaciones y atender a algún medio de comunicación, sesión de fotos incluida. Un fin de semana inacabable con la adrenalina a raudales por mis venas.
Así que el viernes terminaron muchas cosas, y empezaron otras. Se acaba mucha de la esperanza personal, de mis anhelos y mis cuitas, porque hay que proteger el corazón tras murallas y puertas. Se acabó desear otra vida y otro sol y otro aroma, porque cuando la vida cierra no queda otra que plantar cara, y reforzar las defensas contras las ciegas embestidas de las bestias que nos acechan.
He cerrado casi todos los portones y ventanas y puertas de mi corazón, el cuerpo me pide guerra y zafarrancho y urgencia y la suavidad se ha diluido entre los prolegómenos del combate.
No os olvido, de verdad: me olvido un poco de mí. No me olvido de vuestros cafés y vuestras cervezas (igual me pido un vino, si el frío acompaña), y voy a seguir siendo el mismo en la vida y en la lucha. Éste nuestro rincón seguirá siendo para los amigos, pero me invade una gran tristeza. En tiempos complicados suelo perder mis adornos, lo que en mí vale la pena, porque la supervivencia toma las riendas de casi todo.
Dejadme que aterrice y que pise el suelo. Os debo una canción.