Hoy es un día de la marmota, aunque bastante descafeinado. Yo llamaba días de la marmota a aquellos, en otro tiempo felices, en los que me podía quedar en casa y disponer de tiempo. Normalmente solía dormir hasta que me dolían los riñones.
Hoy, festivo en Valencia, he tenido que levantarme como todos los días, aunque como todos los días, llevaba sin dormir desde las 6 de la mañana: demasiado ruido en mi cabeza, en mi subconsciente.
Ahora robo tiempo a mis obligaciones para escribir esto, para hablar un poco con vosotros. No sé lo que va a pasar en un futuro próximo, y mi máxima preocupación es que, ocurra lo que ocurra, no me cambie. Éste será nuestro rincón secreto.
Ahora no estoy demasiado inspirado, y no puedo ni quiero decir todo lo que llevo dentro. Me repugna todo lo que me espera, la sentina en la que me voy a sumergir para limpiarla, que le dé luz y aire fresco y savia nueva. Luego hablamos.