Esta mañana he oído esta perla en el telediario, y me han rechinado los oídos. Tras consultar el diccionario de la RAE, y teniendo en cuenta que soy sólo un mero aficionado, considero que sí se puede decir herido de gravedad (usando la acepción 4), pero herido de levedad estaría ahí, ahí, en el límite de la creatividad de los periodistas. Mejor herido levemente, o con heridas leves (a mi juicio).
Aunque usando la acepción segunda de levedad, queda un concepto terriblemente sugerente: herido de levedad, herido de inconstancia de ánimo y ligereza en las cosas. Así tengo yo el ánimo, con esas heridas de levedad que nos deja la vida cuando ya nada importa, cuando todo es venal o intrascendente, cuando pocas cosas realmente ya importan.
Ha empezado el nuevo año, de nuevo en mi trabajo, con ganas de entrar otra vez en el ansiado estado estacionario, con pocas ganas de enfrentarme a esta realidad que odio sincera, profundamente. Hoy me apetecía infinitamente quedarme en la cama. Las navidades han sido extrañas, otra vez. Han sido demasiadas las cosas que han ido cayendo, arrastrando a la esperanza al fondo del abismo en el que ahora yace. Porque, ahora mismo, no sé si luchar, rendirme o huir: todo me da igual.