Se acerca el fin de año, y me pilla sin ganas, cómo no. 2015 va a ser un año movido. Dudo mucho que sea un puto año, ya que esa etiqueta de 2014 no acabó por cumplirse, y todo se fue viniendo abajo, así, sin ruido, como con un susurro. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Aunque llevo unos años que me resisto, éste voy a intentar no hacer ningún deseo de año nuevo: los últimos años no sólo no se han cumplido (y creo que gracias, aunque ya no sé), sino que han empeorado sensiblemente en los aspectos que yo más ansiaba, anhelaba, deseaba.
Este año voy a intentar no desear nada, y lo que venga vendrá. Se presume un año duro, intenso, desagradable. Sin norte, cómo no, simplemente peleando a la contra, defendiendo la posición. Lo fácil, vamos. Lo fácil es defenderse, apelar a lo atávico, a la impronta de sobrevivir que llevamos en los genes. Me refugiaré en eso, y en algún que otro proyecto pendiente que tiene mucho que ver con lo académico y lo laboral, otra muesca más que intentar hacer en el revólver, cada vez con menos balas.
Desde aquí os deseo lo mejor para 2015. Para vosotros y los vuestros. Yo no sé dónde acabaré este año, pero sé, con casi total certeza, que muy lejos de donde lo empiezo, en todos los aspectos. Pese a ello, si me veis, saludadme, por favor. Últimamente ando algo despistado.
Besos y abrazos. Que el 2015 sea un puto año de verdad, para todos.
Y en especial, para ti. Para ti, que me lees. Que el viento sople a tu espalda, que el sol ilumine tu rostro, que la lluvia humedezca tus campos. Y, hasta que volvamos a vernos, que dios te lleve en la palma de su mano.