Todo aquel que me conoce sabe que ambiciono más bien poco, que me gusta la independencia y las cosas sencillas. Que siempre digo que lo que quiero es descansar, encontrar mi lugar en la vida y descansar.
Pero siempre me las apaño para no descansar. Mi conciencia social, ese remordimiento de saber que está en tu mano ayudar, corregir, colaborar y no hacerlo voluntariamente, me puede. Así que me embarco en quijotescas aventuras, siempre perdiendo más peculio que ganándolo, pero con la conciencia tranquila de haber hecho lo correcto.
Y ahí estoy, blandiendo la espada.
Justamente en estos días. Tengo ganas de hablar con vosotros. De poder tomar un café y vomitar parte de mi alma. Aunque una vez sólo me faltó un café, y pese a ello perdí el corazón.