Nunca he leído «The teachings of Don Juan«, aunque debe de ser muy del estilo de Coelho. No obstante, ese párrafo acerca de los caminos sin corazón me llegó muy adentro, allá por el 92.
Siempre he querido andar un camino con corazón, y demasiadas veces lo he hecho con la cabeza. Es bastante más aburrido, y reniego todos los días de este camino que me ha llevado lejos. Tan lejos.
De vez en cuando me encuentro con una encrucijada, y el corazón vuelve por sus fueros. Porque lo que el corazón quiere es hacer traición, descansar y rendirse de los dictámenes de la cabeza. Quizá sea el camino fácil.
Las más de las veces el destino me ayuda, en forma de puñaladas. Alguien toma por mí la decisión, y me cierra el camino. Y yo, dignamente atormentado, tomo entonces el camino más duro que la cabeza puede elegir. No sé si para torturarme por no haberlo conseguido, o para demostrarle a tan perversa, maliciosa ramera que es la fortuna, que se equivocó. Y así, basado en despechos, he ido arando mi camino.
Aquí estoy otra vez. Mi encrucijada quedó atrás, pero ahora de nuevo me enfrento a lo desconocido, al camino arduo, incómodo, odioso. Un poco para poder huir de ciertos errores que no dejan de perseguirme.