Ad astra per aspera

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Hoy ha sido un día terrible, y ya aviso que va a ser un mes más que terrible. Es el primer respiro que tengo en toda la mañana, tomado tras doblegar uno sólo de los problemas que tenía previstos hoy y que han consumido la mañana. Estoy virtualmente sobrepasado por el trabajo, sin esperanza de llegar a abarcarlo todo. Empezaremos las tareas de achique y carena que han probado sobradamente su efectividad ante las catástrofes. Sólo yo me entiendo.

Y ahora vienen tiempos peores. Tiempos extraños.

Todos tenemos dos vidas: la que vivimos y la que nos gustaría vivir con lo aprendido en la otra. Aunque suele ocurrir que la vida real nos tiene tan atados, tan comprometidos, que no hay manera de aplicar lo aprendido para cambiarla: siempre es tarde. Por tanto, en mi perfecta vida, planeada y diseñada para ser una vida ejemplar, modélica y envidiada, tengo que dar otro paso adelante. Otro paso más haciendo lo correcto, otro paso más andando hacia donde no deseo ahora mismo estar. Una manera de seguir clavando clavos en la tapa de este bonito ataúd.

Pero es lo que hay. Si decido seguir con mi actual forma de vida, tengo que ser consecuente. Tengo que seguir caminando, creando (que no creyendo), construyendo. Seguir tirando del manual de las cosas correctas que haces las personas de bien que llevan una vida como dios manda.

¿Mi otra vida? ¿La que ahora desearía vivir? Y digo esto porque supongo que esa vida soñada depende mucho del momento, de las carencias que hayan en esa situación vital real. Así que en mi otra vida sólo quiero despreocupación. Ausencia de responsabilidad. Dedicarme a mí. Viajar, salir, explorar, desear vivir profundamente al lado de alguien que comparta una visión similar. Aunque está perdida toda esperanza, quizá por estar a las puertas del infierno. Ya no creo más en nadie ni en esa vida. No la veo en ninguno de mis sueños, ni siquiera en las pesadillas. Fue una lástima tanto amor, tantos sueños desperdiciados.

No me queda más que seguir adelante en ese camino sin corazón, por mucho que el don Juan de Castañeda nos diga que debemos dejarlo. Porque ahora mismo no veo otro, así que mejor seguir andando en la oscuridad que quedarse sentado a esperar el fin.

2014-11-01 10.27.42