Hoy, a estas horas, consigo sacar la cabeza del fango urgente (que no importante, ojo) que me ha anegado esta mañana, desde que he llegado aquí. Me preocupa mucho mi trabajo, sobre todo mis clases que tengo casi tan abandonadas como la investigación. El 4 de noviembre empiezo un máster que apenas me he preparado, y en 2015 me evalúan la investigación. Las alarmas suenan estentóreas y se inunda la sala de luz de roja.
Y, por si esto fuera poco, en lo personal he perdido absolutamente todo el fuelle, toda la esperanza. Sin ganas de nada, sin ilusión. Bueno, es lo que hay, para qué luchar. Ahora mismo, en este momento, las 18:26 del 27 de octubre de 2014, nada vale la pena. Ni nadie. Realmente es un vacío interior absoluto, espantoso. Una ausencia total de razones para seguir o quedarme, para rendirme o tomar esa playa. Ahora mismo no me salva nadie de ésta. Y me preocupa. Siempre he tenido ganas de algo: de quejarme, de luchar, de huir, de odiar, de amar. Pero ahora nada, el viento se ríe lastimero en el vacío, se ríe de mí.
Ni una sola gota de esperanza sobre la superficie de Arrakis
desahuciar. (De des- y ahuciar). 1. tr. Quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea. U. t. c. prnl.