Estoy esperando a Vizzini.
Dijo que volviera a donde todo empezó.
Y eso hice. Aquí estoy, y aquí me voy a quedar.
No me moveré.
Sigo anclado en la estación.
Supongo que espero tu tren,
o quizás es algún tren o ningún tren.
Pasaba en un rato pero,
desde entonces,
los gorriones han anidado en mi desconsuelo.
El mundo se derrumba y nosotros no nos enamoramos,
al menos tú no;
mientras, yo construyo andamios fabulosos
para sujetar el mundo
y que todo esté a salvo para cuando regreses.
Pero no. No vuelves.
Yo sigo aquí, esperando.
Esperando a Vizzini, esperando a los bárbaros, esperando a Godot.
Esperando un milagro, esperando tu tren, esperándote a ti.
Pero no, no vuelves.
Tendré que deshacerme de los gorriones y del andamio.
Dejar caer el mundo contra el suelo
y que se descascarille
o se trice en mil pedazos.
No me importa el mundo.
Debo comenzar a caminar por la vía;
aunque no sé si seguir tu tren
o huir de él.