Solemos perdernos en el ruido
que hacen los sueños al romperse,
los corazones al quebrarse.
Y a base de ilusiones marchitas
escapamos donde la pena no alcance,
donde tu indiferencia, tu desdén,
casi tu egoísmo o tu insolencia
no lastime más este raído corazón.
Cada vez espero menos,
menos sol y menos lluvia
y menos esperanza (de verbo esperar).
Cada vez menos árbol y más roca,
menos hombre y más objeto
que ya no te añora ni desea
perderse en Manhattan contigo
ni dibujarte un corazón en la espalda
mientras duerme a tu lado.
Tan poco, tan lejos,
tan duro como un «quedamos como amigos»,
como un mensaje sin respuesta,
como un «te quiero» contra el viento
con el que asuelas mi corazón.