Otra vez en el disparadero. Hay asuntos altruistas que me quitan más tiempo y energía que mi propio trabajo, y me rinden mucho menos, muchísimo menos. Es lo que tiene ser honrado y formal: que todo el mundo espera que hagas lo correcto, pero nadie (bueno, casi nadie) te echa una mano cuando vas a partirte la cara contra los malos por algo que ni te va ni te viene, sólo porque simplemente es lo justo y lo correcto. Y me está afectando a lo personal. Necesito paz.
¡Pero los malos están tan convencidos de lo que hacen y los buenos tienen tantas dudas! Nunca hay paz para los que piensan. Ni para los malditos, aunque a fin de cuentas viene a ser lo mismo. Y nadie se da cuenta de que espiritualmente estoy hecho unos zorros, que no soy nada fuerte, todo son dudas y remordimientos e insomnio, y sólo la cabeza controla la situación. O tal vez, quizás sea eso ser fuerte espiritualmente: venga lo que venga te lo tragas, lo masticas, lo peleas, y te llevas la procesión por dentro durante muchos kilómetros. Demasiados.
No me culpéis por añorar ciertas cosas, ciertas personas. Ciertas vidas en que nada cueste tanto. Pagué un precio alto por llegar hasta aquí, y es duro darse cuenta de que no es donde quería estar. O quizá no valga la pena, quizás no valgas la pena.