Escocia

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Ayer estuve viajando (por Google Maps, no os creáis). Empecé por Cilanco, una aldea perdida en Albacete, luego por Benagéber y, de ahí, salté a las Tierras Altas de Escocia. La memoria nos trae a veces estos recuerdos de conversaciones en tardes de verano. Y aquí ya se me fundieron los plomos.

Nunca he estado en Escocia, es uno de mis sitios favoritos. Es un lugar donde me perdería para siempre, donde me dedicaría a ser yo, a vivir, a ser yo y a conocerme, a recuperar todo ese abandono en el que he ido sumiendo paulatina, lentamente.

La lluvia, el viento, la niebla, the echoing green, la melancolía de perderse entre libros y sentimientos, de buscar una especie de calma interior. La ilusión de volver a descibrirlo todo de nuevo, a empezar de cero.

Luego el tiempo lo corrompe todo, y recibes la llamada de la selva, y odias todo lo que está a tu lado y deseas huir otra vez, más lejos todavía.

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