Estoy intentando recapitular. Resumir mi vida, extraer conclusiones y dar el siguiente paso vital. Demasiadas encrucijadas: dos profesionales y una vital. Aunque cada vez queda menos donde elegir. Lo que no implica que cada vez esté más claro: todo lo contrario. Significa que la erosión está dejando sólo que que realmente va a pesar. Significa que hay ciertos sueños que se revelan bastardos, erróneos, que se van cayendo por su propio peso. Que hay personas de las que tengo que alejarme, hacerle por una vez caso a la cabeza y quitar ruido del sistema. Aprender a decir que no, que mi cabeza diga no al corazón. Aunque me temo que, en mi egoísmo y mi ceguera, acabe diciendo que no a todo, que aflore mi vena misántropa.
Este mes de agosto tengo dos citas profesionales importantes, que van a significar trabajo y muchas preocupaciones, que siempre vienen en el peor momento. También tengo por ahí otros compromisos en los que cada vez creo menos, que cada vez veo más claros (o menos, según se mire), pero que no saldrán a corto plazo porque no lo veo.
En lo personal, ando tan perdido que ya me he resignado a seguir caminando entre tinieblas hasta que me dé cuenta de algo y sepa hacia dónde ir, o a desfallecer lánguidamente el día en que todo deje de importarme. Cada vez me cuesta todo más, y no es culpa de la edad ni del cansancio. Son demasiadas decepciones, demasiados golpes, demasiados baños de realidad cuando uno lo que quiere es olvidar.
Por cierto, sigo intentando acabar de ver «Amelie», y estoy viendo otra vez «Desayuno con diamantes». Aunque, como dijo Luis Ramiro, esas mujeres, esas historias sólo son bonitas en la pantalla, por un rato. Que tener a Amelie o a Holly Golightly por novia sería un infierno. A no ser que seas Paul Varjack.
Hay demasiadas cosas pendientes, y aunque casi todo tenga solución, y yo esté dispuesto a cambiar, creo que en realidad ella no lo está, nunca lo ha estado. Ése fue mi error, confiar en los demás, confiar en ella, esperar de ella. Debo fijarme en quien sí lo merece, fijarme en ti.